martes, 14 de agosto de 2012

El crimen de Santa Sabina


 Hechos reales.El crimen auténtico que descubrió un perro.
Xosé Manuel Lema
@xmlema

Celestino Rey era un joven albañil,  vecino de Santa Sabina(Santa Comba) en donde trabajaba en la reconstrucción del cementerio parroquial. El obrero no ocultaba su deseo de intentar labrarse un futuro mejor en Madrid.

Corría el mes de octubre de 1932. Celestino trabajaba para un contratista portugués afincado en las tierras del Xallas, llamado Ibrahim. Los duros días de trabajo en la necrópolis sumaron hasta 700 pesetas en deudas. Hasta que el patrón le dijo que quería saldar las cuentas pendientes y lo citó en una zona próxima a esta localidad.Desde aquella noche no se supo más de Celestino. Los familiares pensaron que el joven se había ido persiguiendo su sueño a Madrid. La historia de quedaría ahí sino fuera por el olfato de un perro.


Meses más tarde. En junio de 1933, un perro comenzó a escarbar la tierra en una huerta de Santa Sabina. El animal enganchó entre sus dientes un hueso que mostró a algunos vecinos. Era un resto de cráneo posiblemente humano. El vecindario siguió la pista del perro, y removió la tierra. Encontraron un cadáver en completo estado de putrefacción, y con grandes mutilaciones.


¿PODRÍA SER EL CADÁVER DE CELESTINO?


Los rumores recorrieron la pequeña población. ¿Podría ser el cadáver de Celestino?. Las autoridades no tardaron en llegar. Y las investigaciones arrojaron luz a los pocos días. Detuvieron al contratista Ibrahim y a un pariente portugués, llamado Manuel. La justicia verificó que se trataba del cuerpo de Celestino y reconstruyó los hechos de la siguiente manera.

Celestino quería cobrar los jornales adeudados. Fue cuando Ibrahim y Manuel hicieron un horroroso pacto. Se desharían del joven albañil, y a cambio Ibrahim daría 200 pesetas de recompensa a su familiar. Y así fue.
 La noche sería cómplice de este crimen. Ibrahim quedó en un camino próximo con su empleado, para entregarle  el dinero pendiente. Celestino aceptó y esperó por el empresario portugués que no faltó a su cita. Manuel esperaba escondido cerca del punto de encuentro.



Mientras Ibrahim y Celestino caminaban hacia la casa del primero para saldar las cuentas, Manuel encendió su mechero. Era la señal, Ibrahim  se valió de un palo para dar dos golpes en la cabeza de Celestino, que intentó escapar, pero apareció Manuel para intentar reducirlo. Lo tumbaron en el camino. Ibrahim sacó una pistola y disparó dos veces. Pero Celestino aún vivía. Preso de los nervios, el contratista le piso la cabeza y con una navaja lo degolló.


Una vez muerto, lo enterraron en una finca cercana. Al final la recompensa de Manuel fueron cien pesetas y dos cerdos. Ellos mismos hicieron circular el rumor de que Celestino había decidido emigrar.
 Solo un perro evitó que la coartada permaneciera en el tiempo. A pesar de todo, cuando se conoció el descubrimiento canino, los dos portugueses trataron de escapar, pero fueron detenidos y al final, y tal y como cuenta la prensa de la época, acabaron confesando su crimen.


El crimen de Santa Sabina en 1932. El crimen que un perro evitó que quedará oculto entre la tierra, y los asesinos libres.

1 comentario:

  1. Tengo entendido que la Guardia Civil detectó el nerviosismo del portugués cuando apareció el cuerpo y de ahí que lo interrogaran. La gente que estaba presente en la retirada del cuerpo, escuchó al cabo de la benemérita decir " el culpable está aquí", por el allí presente. El asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Pasó años en la cárcel, en el Castillo de San Antón, pero cuando salió libre volvió por la parroquia, de donde fue denostado por sus actos.

    El lugar donde lo habían enterrado se conoce como Sangriñal o Sancriñal. La gente recuerda esta historia aun hoy, al pasar por el lugar.

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